Hola a tod@s;
Me llamo Mercedes y me gustaría contar mi historia como persona sorda.
Nací como persona oyente y un “poco cabezona, je,je,je….”
Mi crianza fue absolutamente normal, bastante charlatana, con buen apetito, y mis turnos obligatorios de vacunas.
Según me contaron mis padres, a partir de los dieciocho meses de edad sufrí varios catarros que no curaban bien, y que al final derivó en una bronconeumonía. Los médicos en aquel momento determinaron que la única forma de curarme era a base de antibióticos. Durante una semana larga me suministraron antibióticos dos veces al día ayudado con suero. Los médicos eran conscientes de que al final me iban a quedar secuelas, ya que la penicilina era demasiado fuerte para una niña tan pequeña, pero….era eso ó nada.
Pasados varios meses mi familia comprobó que yo no les hacía caso, no contestaba a sus llamadas y estaba dejando de hablar. En aquel momento vivíamos en un pueblo de Segovia y comenzó “un largo viaje” a Madrid a médicos y otorrinolaringólogos en que me diagnosticaron hipoacusia bilateral profunda, con pérdida del habla (tengo un 95% de pérdida auditiva). Después de varias consultas pudieron ponerme mi primer audífono antes de cumplir los seis años. Al mismo tiempo y por orden del especialista mis padres trabajaron mucho conmigo como logopedas para volver a aprender a hablar.
Cuando me tocó el turno de ir a la escuela, los profesores del colegio del pueblo pensaron que lo mejor para mí era que se me matriculara en un colegio para niños sordos. Los directores del colegio de niños sordos (omito su nombre por privacidad) solicitaron un informe a mi otorrino para conocer mi historia y una solicitud firmada por dicho médico para mi ingreso. El otorrino se enfadó bastante con todos los profesores y NO autorizó mi escolarización en el colegio de sordos, alegando que yo NO era sorda total y necesitaba escolarizarme en un colegio público para conocer los sonidos, el vocabulario e interactuar con los compañeros oyentes. Era enemigo de formar guetos y mezclar a los niños sordos totales con los que podían oír con audífonos. A nadie se le escapa que lo pasé bastante mal en el colegio durante los primeros años.
Con el tiempo me di cuenta de las “diferencias” que decía el médico y el porque de su defensa a una escolarización y apoyo a los niños sordos en su aprendizaje en el vocabulario hablado, conocimiento de los sonidos, y no sólo en lengua de signos. Respetando todos los puntos de vista, dicha experiencia no es compartida por todas las personas sordas e incluso por experiencia propia las organizaciones de sordos también discrepan en ese punto.
En el plano laboral he trabajado en varias empresas. Si es cierto que en algunas me rechazaban por mi sordera, hasta que encontré una empresa que era un centro especial de empleo y en ella llevo trabajando muchos años. Nunca me había relacionado con personas sordas ni conocía la lengua de signos hasta que entré en esta empresa. Mi día a día es absolutamente “normal” salvo los inconvenientes de no oír en el momento, ayuda para entender el diálogo cuando hay mucha gente en el mismo lugar, etc.etc. La televisión la veo con los subtítulos, me gusta mucho la música, darme largos paseos (que ahora hago poco). En fin, lo mismo que a todo el mundo.
Con afecto para todas las personas sordas y no sordas.
Saludos,
Mercedes Sanz.