Mi nombre es Melisa, tengo 24 años y soy Integradora Social y Trabajadora Social. Actualmente estoy cursando un máster de Trabajo Social Comunitario, Gestión y Planificación de los Servicios Sociales en la Universidad Complutense de Madrid. Para mi trabajo de fin de máster he decidido investigar sobre las personas sordas, una comunidad que llamó mi interés hace mucho tiempo.
Cuando comencé en el colegio, con 5 años como mucho, mi primera amiga fue una chica que se llamaba Carolina. Desde que nos conocimos nunca nos hemos separados, además, hoy en día es mi mejor amiga. Como he dicho siempre hemos sido inseparables, aparte de ser muy parecidas. Jugábamos, reíamos y hacíamos múltiples actividades juntas, como cualquier niño o niña de nuestra edad. Carolina tenía una cosa que yo no, y que en esa época no llamaba mi atención. Ella sufría de sordera profunda. A mí me daba igual, yo lo veía como que yo tenía el pelo rizado y ella liso. Era su característica, era así y ya está, nunca lo vi como algo peyorativo ni como una discapacidad (no sabía lo que era eso). Ella hacia lo mismo que yo pero sin sonido (así es como lo entendía). Con el paso del tiempo fuimos creciendo, y el concepto de sordera cambió. Entendí que era una discapacidad, y que eso dificultaba a Carolina para desempeñar ciertas cosas. Me acuerdo que en el colegio los profesores en vez de hacer unas clases más integradoras para ella, me decían a mí que la ayudara y que hiciera como de intérprete. Ella tiene lenguaje oral y la operaron para ponerla el implante coclear pero, está claro que era imposible que llevará el ritmo de la clase. Hasta a mí me costaba, pues imaginaros cuando el profesor hablaba rápido o no se dirigía directamente a ella. Tengo que decir que mirando el pasado con ojos más de adulta, veo un poco mal la actitud que tuvieron mis profesores. Pasaron de complicarse la vida haciendo las clases mucho más inclusivas para Carolina, dejándome a mí, una cría, a su total atención. Me acuerdo que mis padres, cuando mis notas bajaban (ya que no podía a estar en todo) reclamaban a los profesores que hicieran su trabajo, y que dejaran de usarme como profesora particular. Su solución era ponernos a Carolina y a mí en las primeras filas pero, yo tenía que seguir ayudándola ya que las clases las seguían dando igual.
Ella me contaba que tenía amigos sordos y amigas sordas. Quedaban en grupo y hacían muchas cosas. Lo que pasa que se separó de ellos y ellas porque decía que hacían cosas que no la gustaban. Me decía que sus amigos y amigas sentían cierto rechazo por los y las oyentes, y que solo querían hablar en LSE y relacionarse con las personas que eran como ellos y ellas. Me parecía raro pero no le di más importancia.
Hace dos años decidí estudiar LSE en el centro Altatorre, el nivel A1 y A2. Ahí es donde conocí a la comunidad sorda. Mi profesor era sordo, y nos enseñó que no es solamente una lengua, es toda una cultura. Me introduje mucho en los pensamientos que tenían, las ideas, las costumbres, su lengua, las injusticias que sufrían, las dificultades con las que se encontraban… en fin todo. El año pasado comencé el curso B1 porque me gustó tanto que quería seguir formándome, creo que todas las personas tienen el derecho de ser escuchadas y de ser entendidas. Las miradas hablan, las manos tienen voz, y nosotros como humanos tenemos el deber de aprender a escuchar. El problema es que tuve que abandonar el curso porque caí muy enferma. Estuve muy malita, estuve ingresada por lo que, tuve que dejar todo.
Ahora estoy recuperada, y el máster me ha dado la oportunidad de hacer una investigación y retomar el estudio de la comunidad sorda. He leído muchas cosas sobre ella, y me han abierto un mundo muy interesante. Un mundo lleno de lucha, un mundo de pasión y cooperación. Un mundo muy bonito e interesante. Me gustaría poder seguir aprendiendo de las personas sordas y si alguien está interesado o interesada en ayudarme me encantaría.