Cuando era muy pequeña, recuerdo que vi a dos personas “agitar” las manos de manera que no había visto hasta entonces y pregunté a mi madre qué hacían. Ella me contestó que alguna de las dos personas (o las dos) eran sordas y que por eso empleaban las manos para “hablar”. Fue un descubrimiento para mí y siempre había tenido ganas de aprender. Finalmente pude hacerlo y he conocido a varias personas sordas que son geniales.