Adquisición de lenguas segundas en personas con discapacidad auditiva

Adquisición de lenguas segundas en personas con discapacidad auditiva

La visión o percepción que tiene una persona sorda sobre el mundo no es la misma que la que tiene una persona oyente, dado que en nuestra sociedad, tradicionalmente, muchos de los indicadores de peligro, avisos o comunicaciones se realizan únicamente de manera sonora. Tradicionalmente también, se ha tendido a aceptar que la persona con sordera era “sordomuda”, cuando en realidad, una persona sorda está afectada de la capacidad auditiva, pero no de la vocal u oral, puesto que no carece de cuerdas vocales y, por tanto, puede producir sonidos. Si analizamos la actuación biológica de un bebé, encontraremos que su manera de llamar la atención y comunicarse es llorar (tanto si le duele algo, como si tiene hambre, molestias, etc.). Un bebé sordo, que no se oye, también llorará, aunque no se oirá y esto le creará mayor disgusto, hasta que alcance la edad en la que pueda interiorizar que existe otra manera de comunicarse. Cita de “El grito de la gaviota”:

“Daba gritos, muchos gritos, y gritos verdaderos. No porque tuviera hambre o sed, o miedo, o dolor, sino porque empezaba a querer “hablar”, porque quería escucharme y los sonidos no me salían. […] El primero que dijo: “Emmanuelle grita porque no oye” fue mi tío Fifou, el hermano mayor de mi padre”. (Laborit, 1994, pp.9-10).

En el caso de un adulto sordo en una familia de oyentes, habrá sido, probablemente, educado con logopedas para poder comunicarse de manera más independiente. Aun así, en una reunión familiar, donde la gran mayoría, si no todos, son oyentes, lo más probable es que pierda rápidamente el interés por lo que se esté diciendo, puesto que deberá leer los labios si desea comprender algo de lo que se dice, o bien emplear a un intérprete de Lengua de Signos (LS). En ambos casos, el esfuerzo que se debe realizar para comprender una conversación cotidiana, es mucho mayor y conlleva el cansancio, el aburrimiento y la pérdida de interés, puesto que, tradicionalmente, en las familias se habla y, a pesar de que uno o varios miembros de la familia sepan comunicarse a través de la Lengua de Signos, lo harán de la manera que les resulta más cómodo a la mayoría: hablando. Precisamente esta tendencia es la que se procesa desde el siglo IV, con la divulgación religiosa de San Agustín, ya que las personas sordas carecen de un sentido y, por tanto, se tiende a pretender “arreglar” esta diversidad. Es decir, se inventaron dispositivos para que la comunicación se diera de manera convencional: como de oyente a oyente, pero para un sordo y un oyente. La finalidad era hacer oír a un sordo.

La discapacidad auditiva fue clasificada por la OMS en 1980 en tres tipos: deficiencia auditiva (pérdida o anomalía del órgano auditivo), discapacidad auditiva (rendimiento funcional menor) o minusvalía (dificultad de asimilar la información del entorno). Esta última es a la que nos referiremos como “sordera”, la cual puede ser clasificada como hereditaria (el gen de uno o ambos progenitores se altera), o adquirida (por un factor infectivo, tóxico o traumático) y no se transmite a futuras generaciones.Por este motivo, se ha tendido a querer rectificar la sordera mediante audífonos de varios tipos e incluso mediante los implantes cocleares. Aun así, cada individuo tiene una condición particular, un nivel de sordera diferente y, por tanto, necesidades educativas específicas. Es, por ello, complejo establecer una metodología concreta en los centros de estudios, lo cual genera cierta polémica, dado que un solo centro no puede contemplar numerosos condicionantes que variarán según el nivel del alumno, las ayudas técnicas o profesionales de las que precise, la ayuda que provenga del entorno familiar, etc. A la hora de establecer una comunicación entre dos interlocutores, el código a emplear debe ser el mismo para obtener el éxito esperado y, por este motivo, se promueven distintas metodologías que harán que el niño con alguna dificultad auditiva active su capacidad de producción de la lengua oral gracias a una estimulación temprana, y pueda evolucionar hacia una comprensión lingüística mayor, así como aquellos con una sordera de mayor grado a través de la Lengua de Signos.

 Manos escritas con frases -lenguas

Manos escritas con frases -lenguas

 

Desde el origen de los tiempos se ha registrado la existencia de personas sordas y en muchas ocasiones fueron apartadas de la sociedad por su condición y, aunque se han encontrado documentos que afirman que había filósofos y personajes importantes que se comunicaban mediante gestos o que apoyaban su lenguaje con ellos, en términos generales, en la antigua Grecia los sordos no podían recibir educación puesto que no cumplían el canon de pureza, incluso si se conocía que un bebé era sordo, era abandonado o sacrificado. Siglos después, cuando las religiones que hoy en día conocemos como cristiana y judía sentaron sus bases, comenzaron también la enseñanza y divulgación de las mismas; tomaban como mandamientos principios éticos que se preocupaban de cumplir y, gracias a ello, muchas personas (sordas y oyentes) comenzaron a ser instruidas en la lectura y la escritura con el objetivo de propagar la palabra de Dios. Por lo tanto, gracias a la religión, la cultura se fue propagando poco a poco entre el pueblo y los sordos fueron aceptados gracias a su ética y código moral. A pesar de ello, siempre se ha tendido a creer que los sordos debían intentar ser como el resto: se ha tendido a querer que oyesen, cuando no podían hacerlo.

Gracias a un proyecto que se centraba en investigar la adquisición de lenguas segundas en personas con sordera, cuyo fin era llegar a conocer las dificultades que una persona sorda tiene para la adquisición de una lengua extranjera y, por tanto, de su certificado oficial, podemos percibir la necesidad de acotar y reducir ambigüedades en el ámbito de la adquisición de la titulación de lenguas segundas en la comunidad sorda.

La investigación se llevó a cabo a partir de las ideas extraídas de distintos trabajos y estudios de algunos autores que ayudaron a comprender la evolución de la educación a las personas sordas a lo largo de la historia, y a la información aportada en primera persona por entrevistados voluntarios que contaron su experiencia. Su testimonio resulta esclarecedor en relación a las necesidades que esta comunidad demanda en cuanto al aprendizaje de lenguas segundas. Dada la complejidad en la comunicación en distintas Lenguas de Signos (LS), se optó por focalizar el estudio desde la adquisición de la lengua nativa en esta comunidad, es decir en español. Para el estudio, nos centramos en las personas con discapacidad auditiva, es decir, con sordera completa, a pesar de que la sordera puede haber sido adquirida en distintas etapas de la vida. Los entrevistados aportan su punto de vista en el aprendizaje de su lengua nativa, el español, puesto que el objetivo era identificar los posibles fallos en el sistema de la enseñanza y el planteamiento de la acreditación titular de las lenguas extranjeras en Europa y de ELE (Español como Lengua Extranjera). Los objetivos que se persiguieron, por tanto, fueron remarcar las capacidades de que disponen y de que carecen las personas sordas en su mayoría, qué dificultades entraña el aprendizaje de una segunda lengua en base a la lengua primera y extraer conclusiones para poner en práctica nuevas herramientas o facilidades para acercar la adquisición de una lengua extranjera a su diversidad funcional.

El sistema para la enseñanza de ELE (así como del resto de lenguas que se plantean como extranjeras en Europa) en la actualidad parte de cuatro destrezas principales que un alumno debe adquirir para ir superando y completando los niveles que exige el Marco Común Europeo de Referencia:

  • producción escrita
  • comprensión escrita
  • producción oral
  • comprensión oral

En nuestro caso, debemos obviar las dos primeras, puesto que cualquier persona sorda que se prepare para una prueba de nivel lingüístico, puede adquirir el nivel deseado en las competencias de lectoescritura, ya que su capacidad intelectual no varía de otra persona por el motivo de ser sordo u oyente. En cuanto a las dos últimas, nos centraremos primero en la primera de las dos, es decir, en la tercera prueba en el orden de la lista, que sería la producción oral. Puesto que las personas sordas, no son sordomudas, no carecen de cuerdas vocales y, por tanto, pueden producir sonidos y articular palabras con la debida instrucción (los logopedas que han frecuentado). Quizás necesiten más práctica que las personas oyentes en el ámbito de la producción oral (o quizás no, depende del dominio del oralismo que tenga la persona en cuestión), pero podrían superar esta prueba sin mayor problema. Es decir, en tres de las cuatro pruebas que se deben aprobar tendrían la nota necesaria para obtener dicho título.

El problema radica en que, para poder acceder al título oficial homologado y basado en los niveles del MCER, parece ser imprescindible una prueba de comprensión auditiva. Para esta última prueba encontramos diferencias, puesto que cada caso es particular y diferente. Partimos de la base de que, dado que son sordos, no oyen, y que quienes utilizan audífonos o implante coclear llevan un aparato de amplificación del sonido. Por tanto, oyen, pero no comprenden con toda claridad. Quienes no disponen de audífonos, no perciben sonido alguno y, por ello, no podrían realizar dicha prueba. Con motivo de esto, son muchas personas sordas las que se quedan sin poder acreditar el nivel de lengua extranjera del que realmente disponen (puesto que en verdad poseen dicho nivel) únicamente porque no se les adapta la prueba de la comprensión auditiva, la cual, si no oyen, no van a poder realizar.

Cabría pensar que, dado que existe una lengua oficial para ello, la comprensión oral de los oyentes se sustituye por la comprensión de Lengua de Signos en la lengua que se pretende aprender. El problema es que sería otra destreza más, puesto que deberían aprender a signar también en esta lengua porque cada lengua tiene su propia Lengua de Signos mediante la que se comunican y, por consiguiente, se transformaría en su destreza de comprensión signada, tanto para recibir como para emitir información. Sin embargo, no todos pueden responder de manera signada, ya que son oralistas. Algunos de los entrevistados nos han comentado que en alguna ocasión han pedido una persona de apoyo para el aula a la hora de realizar dicha prueba y que en lugar de la prueba de audición a través de una pista de audio, se haga con una persona presente en la sala para poder realizar una lectura labiofacial ( que facilita mucho la comprensión gracias al campo visual que ofrece, tanto acerca de las expresiones, como de la pronunciación y vocalización de la misma, ya que ellos no disponen de otro método para diferenciar la pronunciación de palabras similares, que sí puede realizar un oyente) y así poder demostrar que realmente comprenden lo que dicen, pero, a excepción de una persona, a los demás se les ha denegado porque “simplemente no se contempla”. En base a ello, concluimos que a una persona sorda, que no oye, aunque disponga de audífonos o implante coclear, pero que no recibe las ondas sonoras nítidas para comprender qué dicen, no obtendrá el título deseado. No se plantea siquiera que haya una alternativa para afrontar esta última prueba, sino que, directamente, por no disponer de una capacidad física -auditiva- considerada “correcta”, no pueden acceder de manera equitativa a la última prueba, sin la cual, el título no se puede expedir.